sábado, 10 de noviembre de 2007

MANUEL CHAVES NOGALES. DE PROFESIÓN: PERIODISTA (II)

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En ningún momento, Nogales se dejó sugestionar por sus sentimientos arraigados y por las imágenes estereotipadas que se tenían de la ciudad, tanto en los alrededores como en el extranjero. No se percibe entre sus páginas el sentimiento de la nostalgia, sino el descubrimiento de nuevos valores con proyección en el futuro. La visión y perspectiva de vida de Chaves Nogales era absolutamente vanguardista y esto sólo lo justificaba el gran amor que sentía por la ciudad que lo vio nacer. Reyes también destacó cómo un periodista tan joven tenía “esa soltura expositiva, esa amenidad en sus escritos y la precisión para elegir sus términos”.
La Ciudad está dividida en tres partes. La primera de ellas saca el alma más filosófica y ensayística de Chaves Nogales. En este tramo el escritor reseña los valores más característicos de la capital hispalense. La segunda parte es quizás la más profunda y personal, es una ‘artecreación’ de la Sevilla de los años 20, donde el extremismo político y social estaba en mayor auge: los liberales se sentían amenazados por los enfrentamientos de los absolutistas de la época. Y además es la más personal porque hace muchas referencias a la figura de su padre, como maestro periodístico y como figura paterna y de gran admiración.
La tercera de sus partes es la más lírica y dicharachera, pero cargada de un sentimiento magistral de denuncia y rebeldía. Chaves Nogales delata entre sus líneas las decadencias que por ejemplo vivían las mujeres de los corrales de vecinos.
El periodista nunca retrata la Sevilla típica, sino la Sevilla de los líricos, de los meticulosos, de aquellos que piensan que no es una ciudad que debe quedar en el pasado, sino una ciudad que avanza, que prospera y que no se estanca en los convencionalismos andaluces en los que siempre ha estado fotografiada. La descripción del perfil social sevillano de esos años 20 que hace el escritor viene a recordar a lo que hizo Azorín allá por los años 80 del S. XIX, cuando llegó a Sevilla por primera vez. También es destacable la ausencia del nombre de Sevilla en todo el discurrir de la obra. El escritor nunca la nombra, sólo lo da por sobreentendido. Algo parecido hizo Antonio Machado en sus líneas honoríficas a Andalucía. Para cada provincia tenía una característica que la definía, sin embargo para Sevilla sólo podía decir su nombre. Sólo él la podía definir.

CONTINUARÁ...

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