sábado, 10 de noviembre de 2007

MANUEL CHAVES NOGALES. DE PROFESIÓN: PERIODISTA (III)

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Manuel Chaves Nogales contó con varias e importantes plumas literarias muy especiales en su obra La Ciudad. De ellas destaca José María Izquierdo, hombre de amplios y variados saberes culturales, muy entregado al estudio y muy señalado en los ambientes de la ciudad por su personalidad introvertida, por el aire enigmático de su talante y por su declarado amor a Sevilla. Ambos amantes del saber, el periodismo y la ciudad de Sevilla fueron unos auténticos descubridores de un espíritu de futuro.

Además de La Ciudad, el periodista y escritor sevillano, Manuel Chaves Nogales, cuenta con una amplia biblioteca: A sangre y fuego (a la que ya se ha hecho referencia en estas líneas), El maestro Juan Martínez que estaba allí, La bolchevique enamorada. El amor en la Rusia roja, Obras Periodísticas (en dos tomos), El Rocío y la Semana Santa, y su gran y magistral obra: Juan Belmonte, matador de toros. Su vida y sus hazañas.
Sobre finales de 1935 el periodista dio forma autobiográfica a los recuerdos del trianero que había revolucionado 20 años antes el arte clásico de torear. La infancia del torero estuvo marcada por el aroma de los barrios populares sevillanos; y su adolescencia por la avaricia de fama y reconocimiento popular. Todos estos datos de forma exquisita y perdurable los recogió Chaves Nogales en la obra en honor al mismo Juan Belmonte.
La cultura arraiga de la ciudad de Sevilla tiene dos eventos que la caracterizan: El Rocío y la Semana Santa, donde miles de feligreses se reunían anualmente para hacer culto a una imagen. Estos actos lucrativos y religiosos también pasaron por las críticas curtidas y sutiles de Nogales. Rodríguez Almodóvar destacó durante su exposición “el acierto con que Chaves logró mantener el equilibrio del que piensa, observa e interpreta la realidad, limpiamente” a pesar de que él no era ni partícipe de ella ni tampoco asentía con ella.

En definitiva, Chaves Nogales para todas ellas utilizó una tintada especial, absolutamente nítida y cuidada, dejando ver la objetividad de sus visiones y sobre todo plasmando una realidad que no todos veían, o mejor dicho, no querían ver.

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